Desastre.
Incluso cuando las
paredes son altas y vigorosas me creo que estoy encerrado en una habitación
cutre, agobiante… No hay manera de recurrir al alma y sacar partido de la
fuerza que otorga, y ¿por qué?
El sonido del
corazón marca el nerviosismo de querer tenerte cerca, de necesitarte aquí y
ahora, mientras tanto mi cabeza sigue encerrada, está demacrada por situaciones
que la tienen tachada.
No sé a dónde ir,
por dónde moverme o qué hacer, estoy hecho un auténtico desastre, no manejo mi
cuerpo y parece ser que no quiere que yo le maneje, está incentivado por la
energía oscura de la lejanía. Esto no tiene solución… es un hecho. Pienso que
he fallado en mi mismo, en creer en mi, en no ser lo suficientemente maduro
para afrontar la situación, de no aceptar el hecho… pero el corazón quiere lo
que él quiere.